Santa Marta, ciudad de pianos y pianistas: reconstrucción sonora en sus 500 años
‘La perla de América’ es cuna de grandes artistas.
Por Javier Jiménez y Alba Pupo
En el crisol de sus 500 años, Santa Marta no sólo celebra su historia como puerto, sino también como un inesperado epicentro de la música y particularmente de la pianística.
Ese puerto en un pasado reciente produjo tanta riqueza económica y trabajo para los inversores extranjeros de la United Fruit Company con la exportación del banano, tanto para los empresarios locales y trabajadores que vivían de negocio de la exportación de la fruta, como de la importación de otros bienes.
En estas dinámicas producidas por el puerto, también se dio una ganancia para la ciudad, y era que en esos mismos barcos que surcaban repletos de banano ‘oro verde’ para puertos de Estados Unidos y Europa de regreso venían fleteados con otras mercancías de interés local y dentro de estas, instrumentos musicales, particularmente pianos que plagaron la ciudad.
Pero ¿Qué es y qué representa el piano para los samarios y para América Latina?
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Un instrumento que cruzó el océano
El piano simboliza la cultura del refinamiento musical eurocentrista, llegó a América Latina navegando por los mares desde ‘el viejo continente’, hasta ‘el nuevo mundo’ en viajes transoceánicos, para quedarse como un instrumento aculturado del colonialismo, por las sociedades mestizadas del continente. Santa Marta la ciudad más antigua de sur América, fue una de ellas.
El pianoforte, es su nombre originario, es el instrumento más completo, con un total de 7 octavas y media. Es el instrumento europeo antecedido por el clavicémbalo y perfeccionado en los inicios del denominado periodo clásico, de allí su catalogación como instrumento clásico.
Este instrumento es una de las evidencias del colonialismo europeo, apropiadas desde Santa marta como muestra de las prácticas aculturadas españolas en nuestro mestizaje social y cultural.
Los samarios no solo se apropiaron del piano, sino de una cultura pianística para consolidar su presencia en la ciudad a orillas del mar Caribe, por donde ingreso para toda Colombia y América latina.

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La ciudad de Santa Marta como pionera de estas prácticas ha nutrido a la pianística nacional e internacional con nombres prestantes que la posicionan no solo como ‘la ciudad de los pianos’, como se ha acuñado, sino como ‘la ciudad de los pianistas’ como preferimos llamarla, por la proliferación de intérpretes que desde aquí se han formado en este instrumento, en sus dos vertientes: los pianistas clásicos, eruditos o académicos, como también, los pianistas y productores de música popular del Caribe y del jazz.
Para adelantar el tema de investigación sobre el estado de la pianística: pianos y pianistas a lo largo de la historia de la ciudad, invitamos a una entrevista, al maestro Carlos Avendaño, reconocido intérprete y pedagogo de este noble instrumento, quién ha tejido parte de historia musical de la ciudad, formando durante años concertistas y maestros en el arte de la pianística.
El dialogo devela ese pasado rico en texturas sonoras de ciudad y de historia generadas por las dinámicas sociales y culturales en torno al pianoforte, nombre originario del piano.
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Santa Marta: ‘La ciudad de los pianos’
Esta expresión, 'Santa Marta la ciudad de los pianos’, se ha vuelto recurrente como frase de cajón en el medio periodístico, sin que nadie la explique o justifique. No es un mito, sino una realidad palpable construida por un pasado de opulencia y prestancia que daba tener un piano en casa, una historia sonora edificada en sus calles silenciosas en donde desde las antiguas casonas, emergían a través de sus grandes ventanales las melodías y acordes, ejercicio de la técnica pianística, como también se escuchaban obras de grandes autores, recuerdos que evoca Carlos.
También refleja el pasado económico próspero de la ciudad, donde personas prestantes de buenas condiciones económicas algunos vinculados al negocio de la exportación del banano, podrían darse el lujo de tener ese noble instrumento en casa.
No ajeno a esta realidad, Gabriel García Márquez en su columna ‘La Jirafa’ publicada en el diario El Heraldo en 1950, escribe de manera poética, sus vivencias y contacto con la ciudad, describiéndola como una Santa Marta silenciosa. La consideraba “la más bella del mundo” […] “podría decirse por su extraordinaria belleza no es un paisaje, sino una ilusión óptica”.

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En una de estas crónicas relacionadas sobre el tema de los pianos, narra García Márquez con una analogía entre ‘Santa Marta y Mompós: ciudades gemelas’, acerca de la tradición pianística desde las viejas casas, de las viejas calles de dónde se escuchan en el medio del silencio, melodías y acordes interpretadas en los pianos.
“Las ciudades que más se parecen son Santa Marta y Mompós. Detrás de los inmensos ventanales, en las calles de esta última, se oye durante las doce horas del día un insistente e inconcluso ejercicio de piano que no puede ser ejecutado sino por una de estas clases muchachitas soñadoras de trenzas largas y ojos provincianos, que todavía no saben realmente si están aprendiendo a tocar el piano para este mundo o para las páginas desoladas de una novelita romántica. En Santa Marta sucede exactamente lo mismo. Y en cada casona antigua hay una lápida histórica y un ejercicio de piano. Para siempre”.
Lo expresado por García Márquez refrenda parte de esa historia de las grandes casas en el centro de la ciudad, donde habitaban los pianos.
El aroma a banano, exportado desde Santa marta hacia los grandes puertos del mundo: los Ángeles o ‘puerto de América’ como se le conoce en los Estados Unidos, o al puerto de Hamburgo en Alemania, o el de Marsella en Francia, se entrelazaron con los pianos que transportaban de vuelta en las bodegas de los transatlánticos de la Fruit Company, y que llegaban algunos por encargo a la ciudad.
Es que el piano era un símbolo de estatus para la élite samaria, quien tenía un piano en su casa era una familia prestante o distinguida, así lo expresó Avendaño.
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Una ciudad habitada por la música
Estos instrumentos se convirtieron en protagonistas sonoros de salones opulentos. El sonido de las pianolas, el toque de pianistas era un sello distinguido, entre valses, mazurcas, minuetos, danzones cubanos, se pincelaba la cotidianidad de la ciudad, con una melodía que se ha desvanecido en el tiempo, pero que perdura en la memoria de los samarios.
Él recuerda las casas del centro histórico, donde escuchar los pianos era algo tan común, aunque advierte que, ‘no en todas las casas había un piano’, solo en aquellas que su condición económica, se lo permitía.
Comenta con nostalgia ciertos recuerdos como tener un piano alemán Winkelman, es un sello distintivo de calidad y de mucho valor, como también los recuerdos de la lectura de los anuncios de la prensa o de la radio local ‘J.B. Mogollón, único distribuidor de pianos en la ciudad’, son piezas de un rompecabezas que reconstruyen un pasado sonoro.

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La memoria prodigiosa y emotiva de Avendaño lo lleva a recorrer las calles de Santa Marta, identificando las casas donde resonaban los pianos, reconstruyendo una cartografía sonora de la ciudad.
“En la calle 16, donde vivían mis tías, las Avendaño, había un piano, también en la calle 15 Soledad Alzamora tenía piano, incluso lo alquilaban, en la 18 con quinta, pero también estaba el piano de los Villamizar, en la casa de la señora Regina de Andreis también había un piano”, éstos, son sólo algunos puntos en este mapa musical, refuerza la idea de una ciudad impregnada de música.
De mi parte, complemento este relato, comentando que entre 1988 y 1990, cuando transitaba para ir al Instituto de Cultura del Magdalena donde laboraba como docente de música, fui testigo de esta realidad.
En mis caminatas de traslado, pasaba por dos casas en la calle 17 entre las carreras tercera y cuarta, donde en un caserón de ventanas grandes, había un piano acústico vertical y pasando dos casas más adelante, en el rincón de una sala, reposaba un imponente contrabajo acústico.
Era muy común ver o escuchar estos instrumentos en el centro histórico de la vieja ciudad.

Santa marta: La ciudad de los pianistas
En el dialogo sostenido se evoca la nostalgia del recuerdo, revelando una pléyade de pianistas samarios, algunos reconocidos, otros olvidados, dentro de estos: Honorio Alarcón.
“El más grande pianista que tuvo Colombia en su época, sus estudios iniciales los hizo en Santa marta, con don José Alarcón, su padre. Profundizó y perfeccionó sus estudios en París Francia mediante concurso de méritos y culminó en Leipzig Alemania. De regreso a Colombia fue nombrado director general de Bandas Nacionales”.
Otro de los grandes intérpretes del piano es Andrés Linero Branly, alumno inicial de otros maestros samarios: María Luisa Flores, y Darío Hernández.
Linero se profesionalizó en Bogotá donde se ganó una beca para su perfeccionamiento en Europa.
Se ha destacado como pianista solista realizando grandes conciertos de importantes compositores y en la actualidad es profesor de la Universidad Nacional como pedagogo de este instrumento.
Otra pieza clave en este entramado de maestros importantes en la construcción pianística de la ciudad es Darío Hernández Díazgranados, quien también tuvo esa formación en la ciudad y posteriormente migró a Bélgica Europa, donde se formó con grandes maestros, al regresar a Santa Marta (1931), puso sus conocimientos en la escuela de Bellas artes donde logró formar a esos estudiantes aventajados de la escuela, dentro de estos a Andrés Linero Branly.
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De igual manera citamos a Karol Bermúdez gran pianista destacado por sus grandes logros, estudió en Suiza, Francia, luego concluyo en Rusia donde se especializó en la interpretación del piano, es director de orquesta y pedagogo de piano en la Universidad Pedagógica Nacional.
Caso aparte merecen otros importantes pianistas formados con una sólida escuela técnica de fundamentos clásicos, pero con una mirada contemporánea de lo popular masivo, estamos hablando del maestro Milton Salcedo Cuao, que además de su periplo en la formación pianística con Carlos Avendaño, luego en la Universidad Nacional con Andrés Linero profundizando sus conocimientos.
Además de ser intérprete de piano, Salcedo Cuao incursiona en la dirección de orquesta, orquestación, arreglos y producción, dirigiendo grandes orquestas, proyectos y creciendo en su formación integral.
Ha sido nominado en más de cuatro momentos al Grammy latino, obteniendo este codiciado galardón en 2018 como mejor arreglista del año con el tema: ‘Se le ve’ de Amaury Gutiérrez.
Otras nominaciones al Grammy son: ‘Espíritu colombiano 2013’, y ‘En Barranquilla me quedo’ homenaje al Joe Arroyo, en producción con Alejandro Gaviria y Milton Salcedo en el 2021.
Cabe mencionar al distinguido productor Euclides ‘Larry’ Vanegas, pianista formado con la escuela del piano clásico en el Instituto de Cultura del Magdalena, bajo la dirección del maestro Carlos Avendaño, formó parte de la Orquesta Sinfónica Juvenil ‘Batuta’ Magdalena, incursionó en las músicas populares desde el vallenato, ha sido pianista, director de la agrupación de Peter Manjarrés en los años 2008 y 2009 fueron ganadores del Grammy latino. En la actualidad se desempeña como productor musical.
De esa historia de los pianos y de pianistas en Santa Marta, además de los ya mencionados formados en la ciudad de manera inicial, otros perfeccionándose o profesionalizándose en Bogotá o Barranquilla y algunos otros en Europa, incluso con honores; se citan algunos ya fallecidos y otros vigentes en sus oficios.
En esta conversación se mencionó a: María Luisa Flores, Luisa Mercedes de Vázquez, José Manuel Conde, Leticia Zorro, María Emma Yacometo, Alicita Vergara, Darío Hernández, Andrés Linero Branly, Karol Bermúdez, Julia Bermúdez, Abigail Infante, Gladys Britto.

Carlos Avendaño, el pedagogo más prolífico en la producción pianística de la ciudad
Sin lugar a duda, que la mayor producción pianística en la historia de los pianos en Santa Marta es liderada por el gran maestro Carlos Avendaño, quien con su estrategia pedagógica ha formado un sin número de estudiantes dentro del concertismo a nivel local, nacional, cómo también de nuevos maestros que continúan con la senda de la enseñanza de este colonial instrumento.
Por las manos y las didácticas de Avendaño han pasado desde Instituciones públicas como el Instituto de Cultura del Magdalena, como de su academia privada Mikrokosmos, donde se han formado decenas de músicos, que se mencionan en este artículo.
Avendaño pasa a la historia como el mayor productor de pianistas que desde lo local, han servido a la ciudad como al país e incluso al extranjero, donde han viajado algunos de sus herederos con la enseñanza de técnicas pianísticas de sello samario.
Citaremos algunos de estos destacados alumnos del maestro Avendaño: Fernando Vizcaíno, graduado en la Universidad Nacional con honores de tesis laureada, al igual que Amín Carrillo Rosado, quien en la actualidad reside en Nueva York desempeñándose como pianista y compositor, Mario Miguel Rey, expresa Carlos “salió de aquí para Bogotá y después hacia Europa”.
Milton Salcedo Cuao, gran pianista clásico, jazzista y productor, ganador de un Grammy, Juan Carlos Martínez pianista acompañante radicado en España, Euclides ‘Larry’ Vanegas, pianista y productor musical, Mónica Facuseh reconocida poetiza y pianista de la ciudad, Rafael Medina, Sergio Martínez y muchos otros.

Otros artistas, que a su vez se convirtieron en maestros, transmitiendo la tradición pianística a nuevas generaciones como una genealogía musical que se ramifica son: James Fernández, egresado de la Universidad Nacional y actual director del Conservatorio de Música del Tolima; Carlos Ceballos, titulado en la Universidad Nacional, quien en la actualidad se desempeña como coordinador de la escuela de música de la Caja de Compensación del Magdalena; Jairo Joiro, egresado de la Universidad Pedagógica Nacional, profesional que se desempeña como profesor del Conservatorio del Tolima; Víctor Salcedo, productor, profesor, compositor y director musical de las prestigiosas familias musicales, Salcedo Cuao.
Se incluyen nuevos nombres de pianistas en este extenso listado de estudiantes del maestro Avendaño: Fabián Rendón profesor de música; Yidi Vergara, radicado en Barranquilla y quien funge como profesor de piano, al igual que Héctor Posada otro profesional de la música; Felipe Bolaño cuyo estudio de piano sirvió de base para profesionalizarse como ingeniero de sonido.
Así como también, Daniel David Lorenzo, pianista, docente y luthier, técnico en reparación y afinación de pianos, Adriana Alvear pianista y productora, y continua el inventario con Andrés Molina, Natalie Meneses Almeiro, Adriana Almeiro, Fanny Dávila, Carlos Jesús León, y Galo Ferreira, entre otros, que forman parte de esta cadena ininterrumpida de músicos.

Anita Sánchez y el Instituto de Cultura del Magdalena, dinamizadores de pianística samaria
El extinto Instituto de Cultura del Magdalena dirigido por Anita Sánchez De Dávila fue el exponencial dinamizador de la práctica pianística en la ciudad, con su denodada labor de lideresa cultural, logró gestionar alrededor de 8 a 10 pianos antiguos, al servicio de la comunidad samaria, en el gigantesco claustro del San Juan Nepomuceno, donde por sus pasillos coloniales y salas de estudio, se escuchaba el teclear del instrumento expresando en su tejido sonoro, ejercicios, acordes y melodías.
Estos nobles instrumentos servían para el proceso de enseñanza en la cátedra de piano que impartían algunos docentes mencionados como los maestros Carlos Avendaño, Leticia Zorro, Juan Carlos Martínez entre otros.
Por esta institución pasaron gran cantidad de estudiantes de música, muchos de ellos hoy maestros formadores como los ya mencionados. Entre otros personajes como el maestro Darío Hernández maestro de maestros, al igual que una gran cantidad de estudiantes mencionados en este artículo.
Métodos y estrategia de una pedagogía rigurosa del piano en Santa Marta
En el diálogo ameno con el maestro Carlos, no solo abordó nombres y lugares, sino también métodos de enseñanza.
Entre el maestro y el estudiante de piano, media las maneras de enseñanza, las características de una pedagogía rigurosa, basada en la mecánica, las escalas, los arpegios, el movimiento conjunto y disjunto, un aprendizaje que, aunque exigente, forjó una generación de pianistas talentosos.
No puede haber grandes pianistas, si no se aplicó una correcta metodología de la enseñanza y desde luego, un buen repertorio entre clásicos musicales y música popular como elemento motivador de los estudiantes.
La pianística en Santa Marta es un legado sonoro que se mantiene vivo, en la memoria de los samarios y en la persistente resonancia de los pianos en Santa Marta, una ciudad que, a pesar del tiempo, conserva el eco de su pasado musical.
En sus 500 años, Santa Marta no solo celebra su historia fundacional, sino también la conquista y apropiación de un instrumento noble legado de la ocupación española, a través de los siglos de colonización.

Una memoria que suena
El piano fue, en Santa Marta, mucho más que un mueble sonoro. Fue un símbolo de refinamiento, un canal de expresión y una marca de identidad. Su historia está hecha de sonidos, de ecos persistentes, de silencios cargados de significado.
En sus 500 años, Santa Marta no solo celebra su fundación, sino también su legado cultural.
Y dentro de ese legado, el piano ocupa un lugar especial: fue el instrumento que cruzó el océano, pero también el que abrió caminos; el que llegó como símbolo de poder y se convirtió en lenguaje sonoro; el que enseñó a tocar, pero también a escuchar.
Hoy, en tiempos donde otros sonidos ocupan la escena, el eco del piano sigue vivo. En cada tecla está la huella de una ciudad que aprendió a sentirse a través de la música. Porque Santa Marta, más que una ciudad de pianos es una ciudad de pianistas.